jueves, 16 de junio de 2022

LA HAZAÑA DE CERVANTES

  




Tomado de mi libro "Laberinto de la Vida"

            LA HAZAÑA DE CERVANTES

Por Germánico P Vaca

Las elecciones del país habían sido ganadas una vez más por el Caudillo, quien terminó como presidente del país cinco veces y cuatro de ellas no terminó en el poder, porque tarde o temprano una junta civil y la última vez la junta militar le daban un "coup de tat" y el Caudillo terminaba exilado en algún país vecino.  El tumulto político del país y el libertinaje de los tres núcleos del gobierno habían dado forma a veinte partidos políticos en un país de seis millones de habitantes y con veinte provincias a pesar de ser uno de los países más pequeños de Sudamérica.  Era inexplicable las razones por las cuales el Caudillo ganaba las elecciones y la única explicación, al menos para Reinaldo Cervantes, era que la CIA estaba actuando para beneficio mutuo de el tío Sam y de la oligarquía Ecuatoriana.                                           

En ese tiempo Reinaldo Cervantes nuevamente volvió a ganar fama.  Esta vez no por cómico, ni tampoco por asesino.  Esta ocasión por Comunista.  Cervantes en realidad no había tenido nada que ver con el comunismo, pero su hijo Joaquin de veinte años, quien estudiaba Leyes y Derecho Internacional en la Universidad Central en la capital. Siguiendo sus inclinaciones socialistas se había inscrito en el partido comunista, después que los Comunistas habían logrado la aprobación del Congreso para participar en las elecciones para Representantes en el Congreso Nacional.  Joaquín había ofrecido la casa de su padre como un lugar secreto y estratégico para realizar el primer Congreso Comunista Nacional evitando así la prensa, la radio y la televisión al hacer parecer el evento nada más que una reunión entre amigos disfrutando del campo.  Pero el Caudillo había centrado su campaña en contra de los socialistas y comunistas. De acuerdo a él, aquellos "mamarachos" fieles a los intereses Soviéticos lo único que querían era matarlo, lo cual jamás había sido discutido por nadie, excepto como una sugerencia de alguien en su propia campaña para desprestigiar a los Socialistas.  El Caudillo sin embargo había adquirido fama precisamente gracias a su talento como excelente orador, a pesar que sus discursos no respetaban ni el más básico principio a la diplomacia y mucho menos el respeto a sus compatriotas quienes lo  aplaudían llenos de júbilo sin siquiera escuchar lo que el Caudillo les decía.                                             

"Madres! hermanos! hermanas! hijos e hijas mías!", empezaba el Caudillo con una voz que semejaba un lamento.                                                                                                                                                         

"Hurra!, Hurra!, Viva El Caudillo!!!", gritaban sus seguidores.

                                                                  

"Pueblo estúpido e ignorante! ¿Como puede ser que dejen crecer entre ustedes a manzanas podridas de comunismo? A  gusanos sucios y apestosos a mierda Soviética! ¿Saben Ustedes quien es Marx? Escúchenme compatriotas! Marx fue un pobre fracasado que jamás pudo ganar el pan para dar de comer a sus hijos, a su familia y escribió delirios y estupideces que solamente un grupo de idiotas e ignorantes Rusos usaron para gobernar sobre un montón de esclavos y estúpidos ignorantes igual que ustedes," decía el Caudillo mientras su voz parecía tornarse en llanto y después ganaba fuerza y seguridad completa al escuchar los clamores de sus seguidores. "Lo mismo quieren hacer aquí, pero mientras tengan a un hombre  sabio como yo, quien les proteja, quien les quiere a ustedes como padre, que les ama a todos ustedes como a un hijo y que esta aquí dispuesto a entregarles la vida por un maldito voto!", y ganando más fuerza continuaba. "Yo les daré escuelas!  Yo les daré colegios para que salgan de la ignorancia! Yo construiré universidades que sean gratuitas para cualquier animal que quiera obtener título de licenciado!", los clamores y gritos de la gente se mezclaban con su voz. "Yo abriré las puertas a todos mis hijos, cualquiera sea su color, sean indios, sean negros, sean blancos, sean de sangre azul yo les abriré las puertas para empleos. Pero para que mis palabras se hagan eco, brinden conmigo ahora y voten por papá Caudillo mañana!".

Después de eso sus simpatizantes regalaban canelazos y aguardiente gratuita a todo el mundo y al siguiente día el Caudillo asomaba en las portadas tanto de los periódicos nacionales como extranjeros, hasta que todo el mundo hablaba de él y solo él era la esperanza de todo un pueblo, tanto de los ricos, como de los pobres.  A pesar que en el día de elecciones tanto la capital como todas las ciudades parecían haber sufrido un ataque químico venenoso, pues por cientos asomaban los borrachos tirados en las calles. Pero sus nombres asomaban en los votos contados que siempre daban la ganancia al Caudillo.  Y porque ya nadie podía diferenciar entre la verdad y las mentiras que se decían de él y por ello terminaban  dándole el voto por el beneficio de la duda y la culpabilidad no probada.  



Fue por esa razón que sus simpatizantes se encontraban hasta en los rincones más pequeños del país y uno de ellos se había informado que la reunión del Congreso Nacional del partido Comunista se iba a llevar a cabo en la casa de Reinaldo Cervantes y que comenzaría el día sábado 25 de Agosto de 1966 a las 6:00 p.m. de la tarde.  Por esa razón el gobierno del Caudillo había ordenado la movilización de las fuerzas especiales de ejército con pretexto de ensayos militares.  Pero con la intención de matar a algunos  comunistas.  Apenas una hora después del comienzo del Congreso Comunista las Fuerzas Armadas del Gobierno habían empezado a estacionarse en posiciones estratégicas en los alrededores del castillo de Cervantes.



A esas mismas horas Reinaldo Cervantes regresaba de darle las condolencias a Matilde por la muerte de su hermana Lucila.  Cervantes todavía buscaba pretextos para acercarse a Matilde a pesar que la flor de la juventud y del amor ya se había marchitado hace muchos años atrás. En su camino a casa vio el movimiento de tropas y aún estuvo a punto de pedirles que abandonen de inmediato las tierras que a él le pertenecían.  Pero Reinaldo era un hombre precavido y decidió esperar y percatarse mejor de lo que estaba aconteciendo.


  

"¿Talvez están aquí para protección de mi hijo?" pensó en silencio, "Oh están aquí para matarles! Una de dos", así siguió pensando mientras continuó caminando alrededor de su propiedad pretendiendo buscar algo y terminó dándose una vuelta completa a toda su propiedad, al final de lo cual había contado el número exacto de soldados y sus posiciones. Debido a su edad nadie le prestó atención.  Pero sin querer despertar sospechas y porque de alguna forma tenía que entrar en su propiedad finalmente se dirigió a unos soldados que estaban cubriendo uno de los muros del limite en la parte de atrás de la propiedad, con un saludo militar y fingiendo un acento de campesino.   

                                                                                                                                         "Perdonen mis coroneles, pero una de mis vaquitas créo que se ha pasado a la propiedad de este cabrón del Cervantes, puedo ir a buscarla? por favor!", terminando con una veña.                                                                     

"Siga, entre no más general don nadie…jajaja", le dijo uno de los soldados.

"Gracias mi coronel", contestó Cervantes con cautela por temor a ser reconocido, sin más entró en su propiedad.                                     

Al llegar a su casa Reinaldo se apresuró al segundo piso donde encontró a su hijo y a los dirigentes del partido Comunista y les convocó a una sesión inmediata.

"Púchicas, cholitos! Tremendo lío en que vosotros os habéis metido!", empezó el anciano.                                                                                            

Cantidad de preguntas y murmullos le acosaron al recepcionista de la posible masacre. 


                                                                                                                                            

"Callaos, callaos! Si vosotros seguís mis instrucciones al pie de la letra, salvaraís el pellejo y aún podréis sacar alguna ventaja, pero si os oponéis esto se va a la porra", dijo terminantemente Cervantes.


Nadie comprendió de que estaba hablando el anciano, pero todos entendieron que algo muy grave estaba aconteciendo y escucharon atentamente cada explicación, cada palabra y cada detalle del plan.                                                                                                                                                          

"Pues miren hijos, la situación está peor que si me hubiese casáo con mi suegra, porque estáis rodeados de militares armados hasta la lengua. Que os digo una cosa! Que poñeta, no estoy dispuesto a perder a mi esposa ni a mis hijos por vuestra reunión que mal haya sea y el primero que piense en desobedecer se las medirá conmigo", después de esto todo mundo estuvo tan callado que apenas se oía sus respiros.

                                                                                                                                             

El plan del anciano para evitar el comfrontamiento y la masacre era excelente.  Después de que había descartado la posibilidad de que el gobierno estaba brindando protección al partido comunista había tratado de recordar historias aprendidas en la Universidad y las posibilidades de librarse de más de quinientas personas que estaban en su casa.  En poco tiempo había llegado a la conclusión de que la única forma era usando un ingrediente de sorpresa siempre y cuando algo de suerte esté de su parte.  El camino a usarse sería el amplio arroyo que pasaba por detrás de su casa al cual podían llegar cruzando por medio del huerto.  Todos los matorrales y bejucos que crecían a la rivera del arroyo ocultarían perfectamente a los comunistas y Reinaldo estaba seguro que los militares no habían traspasado el huerto en parte porque las cercas del huerto eran muy altas y tenían vidrios rotos y alambres de púa en la parte de arriba, precisamente para evitar que ladrones se roben las frutas y, por otra parte, los árboles frutales ofrecerían protección en caso de ser descubiertos, "Al menos será más difícil verlos entre los árboles si os descubren y les empiezan a tirotear" les explicó el viejo. 

Para complementar el escape, Cervantes había pensado que tendrían que pretender que la fiesta continuaba con la esperanza que los militares no ataquen pronto y así ganar el tiempo que necesitaban para el escape y para completar la malévola idea que Cervantes había concebido, como inspiración para hacer quedar en ridículo al gobierno y poner a su hijo en pedestales.  Por estas dos razones, siete de los hijos de Cervantes se cambiaron de ropa y se vistieron con los trajes de los comunistas.  La orquesta se ubico rápidamente en la terraza superior del Castillo precisamente donde podían ser vistos y empezaron a tocar música colombiana; cumbias y ballenatos entre merengues y mambos. Mientras tanto los principales dirigentes y demás comunistas se formaban en una fila silenciosa para bajar por la escalera que había sido puesta en la parte trasera de la casa que daba al huerto, y de uno en uno cruzaban el huerto y finalmente llegaban al arroyo donde la hilera continuaba su escape.  Para suerte de los Comunistas, los militares aún no se habían acercado a la casa de Cervantes porque los planes era tomar prisioneros a los principales dirigentes del partido y matar a unos cuantos para intimidar a los Universitarios y simpatizantes del Socialismo.  Por ello habían decidido que era mejor esperar las horas de la madrugada cuando era concebible pensar que todo sería más fácil si los comunistas ya estaban en un estado de embriaguez. El plan de los militares favoreció al plan de Cervantes.  Aprovechando el ruido de la orquesta los fugitivos de esa emboscada habían sido capaces de evitar detección, pese al tremendo ruido que habían causado en el agua, ya que incapaces de ver en la obscuridad, a menudo se tropezaban unos en otros, porque unos querían correr, otros querían nadar y a la final todos terminaban mojándose o totalmente sumergidos en el agua, especialmente en las partes más profundas de la crecida acequia y muchos encontraron que favorecidos por la corriente podían avanzar más rápido sumergidos en el agua y que evitaban hacer ruido.  El mayor problema fueron aquellos comunistas que no sabían nadar y que avanzaban pegados a los costados del arroyo agarrándose de lo que quiera que encontraban y terminaban siendo ignorados por todos sus compañeros que repentinamente habían adoptado una nueva doctrina "Sálvese quien pueda" y aunque los atónitos y asustados náufragos se atrevían a suplicar por ayuda extendiendo las manos.

"Ayude compañero!", decían sin poder nadar.

"Calla cabrón", era siempre la contestación.



                                                                                                                                               

A las once de la noche los únicos que habían quedado atrás eran los músicos de la orquesta, siete de los hijos de Cervantes con excepción de Reinaldo y ocho Comunistas de los cuales uno de ellos era especialista en fuegos pirotécnicos y había ganado varios premios por los mejores espectáculos que había creado en varias ciudades incluyendo la Independencia de Quito, la fundación de la ciudad Blanca y las fiestas de la Virgen del Carmen y de San Antonio.                                                     

A las once y quince la orquesta dejó de tocar y fue reemplazada por la música de un megatóno a mano que era manipulado por uno de los comunistas.  Los músicos cargaron sus instrumentos en un camión en donde cuatro de los hijos de Cervantes se escondieron entre los instrumentos.  En tres autos más se subieron el resto de los Cervantes y se acomodaron en posiciones fetales en las cajuelas de los autos mientras los músicos se subieron pretendiendo estar borrachos, después se dirigieron a la salida de la hacienda, para evitar sospechas los músicos se regaron alcohol sobre el cuerpo y se fueron haciendo gran algarabío.                                                                                         

Al llegar a la puerta uno de los músicos se bajó a abrir el portón, allí se puso a gritar obscenidades a sus propios amigos para fingir una gran borrachera.  Los soldados apostados junto al portón y detrás de los árboles y arbustos estuvieron a punto de ponerse al descubierto y detener a los músicos, pero por temor a despertar sospechas y ponerles en sobreaviso a los Comunistas se detuvieron, por ordenes del comandante.  El camión y dos de los autos salieron rápidamente, el tercero se detuvo al salir a la calle y uno de los músicos se bajó a cerrar el portón pues así le había dicho Cervantes.  Los militares se mantuvieron en sus puestos a pesar de las ganas que tuvieron en detener al último auto.  Los músicos y su preciosa carga desaparecieron por la obscura y delgada carretera que conducía a la hacienda de Cervantes  después de haber posado perfectamente como los Comunistas y creado la ilusión de que la fiesta había continuado.       

A las once y cuarenta y cinco de la noche los siete comunistas tomaron posiciones que habían sido asignadas por Reinaldo. La lección para el gobierno de Caudillo estaba lista a comenzar pues tomaría lugar a las doce en punto, después de el campanazo que tocaría el técnico de pirotécnica.                                                                                                                                                  

Unos pocos minutos antes de la medianoche y en el preciso momento en que los militares habían comenzado a sospechar que algo extraño estaba sucediendo, pues no habían divisado a nadie en las terrazas, las ventanas habían sido cerradas y, aunque se escuchaba música no se oían voces. Un grupo de militares se habían acercado a la puerta principal y tomado posiciones para atacar, a las 11:59 p.m. se detuvieron abruptamente al escuchar un campanazo.  En ese instante un sin número de explosiones y fuegos pirotécnicos con luces de todos los colores comenzó.  En la terraza se encendió un muñeco enorme que estaba subido en una bicicleta de fuego que disparaba varios misiles desde sus llantas, después varias explosiones sucesivas crearon la ilusión que el muñeco estaba pedaleando la bicicleta. Una cantidad de proyectiles de colores azules, rojos y amarillos se elevaron en todas direcciones.  Las explosiones y destellos de luz en realidad eran un espectáculo digno de una fiesta de Independencia y creó una visión espectacular del castillo de Cervantes que quedó iluminado por todo lado y parecía una pintura salida de España.  Después de la sorpresa inicial los militares se quedaron cautivados con el show y aún abandonaron sus puestos y varios  se habían parado en los cercos y muros de la hacienda para ver mejor el espectáculo pirotécnico que duró por más de quince minutos.  Los comunistas habían aprovechado la iluminación y el ruido ensordecedor de los estallidos para disparar sin cansancio por más de diez minutos, matando así a varios soldados que habían quedado al descubierto sin contar con los diez soldados que habían muerto acribillados en el patio frontal junto a la puerta y que dejaron sus vidas sin pena ni gloria. Pese a ser vistos por sus compañeros, estos habían asumido que se habían tirado al suelo para evitar ser detectados, cuando en realidad ya estaban muertos.                                       

El plan de Cervantes funcionó a la perfección hasta el último detalle, los pocos minutos que los siete comunistas habían dejado para su escape había sido crucial, aunque habían escapado por el huerto en plena luz de la dinamita, nadie los había visto porque las miradas de todos estaba en el cielo iluminado de las estrellas artificiales. Pese a que no sabían donde estaban, la luz los guió y apenas llegaron al arroyo nadaron sin descansar hasta llegar a la primera casa que encontraron donde pidieron esconderse porque supuestamente unos asesinos les habían intentado matar.

                                                                                                                                                      Después del estrepitoso espectáculo de voladores y fuegos pirotécnicos, el castillo quedó completamente silencioso y  en tinieblas, excepto por el ladrido de los perros.  Las obscuridad de la noche cubrió a los soldados de terror, lo único que escuchaban eran el croar de los sapos que anunciaban una tormenta de lluvia, pero esta vez sería una tormenta anunciada de la muerte de algunos de ellos.

Treinta y tres soldados estaban ya muertos, pero todos habían asumido que sus compañeros se habían caído cuando los habían visto derrumbarse de los cercos, es más, aún habían asumido que su silencio era por mantener las ordenes del comandante de no hacer ningún ruido.                                                                                               

A las doce y treinta el comandante dio las ordenes de avanzar hacía el castillo y en pocos minutos la casa estuvo completamente rodeada de militares, los primeros en llegar junto a sus compañeros se dieron cuenta que diez ya habían muerto al tropezarse en los bultos inertes en el patio frontal. El Comandante lleno de rabia disparó sobre la puerta principal y empezó a gritar.                                                                                                       

"Abran la puerta cabrones, están totalmente rodeados, de aquí nadie me sale vivo", gritó a todo pulmón el Coronel Villegas.                                                                                                                              

Nadie respondió excepto los perros.

                                                                                                                     

"Les doy un minuto para que todos salgan con las manos en alto o nadie sale vivo porque entramos a balazos", repitió Villegas. Nadie respondió.

                                                                                                                                            Después de terminado el minuto los soldados comenzaron a acribillar a balazos la casa de Cervantes.  Las puertas y ventanas se fueron haciendo astillas y finalmente se desmoronaron, pero de nada sirvió pues los militares se encontraron con barreras de hierro en todas las ventanas y puertas.  La puerta principal de la casa parecía un panel de abejas que finalmente se vino abajo gracias a los golpes con un enorme tronco de árbol con el cual varios militares lograron derribarla, tan sólo para encontrarse en un pasillo amplio que conducía a una nueva puerta de metal, la misma que derribaron después de media hora de arduo trabajo. Para entonces tres soldados más habían muerto fruto de las balas que habían sido repelidas por la dura piedra con la que Cervantes había construido su casa. Lo que finalmente encontraron fue un amplio jardín con una pileta en el centro y varias estatuas desnudas en el estilo griego. Varias habitaciones totalmente vacías y la casa entera totalmente desolada, sin encontrar a nadie los perros fueron los únicos que murieron cargados de todo el plomo que pudieron descargar en ellos los desesperados y confundidos soldados que no encontraban explicación a lo que había acontecido allí y por eso se pegaron contra los inocentes caninos. 

 Reinaldo Cervantes había viajado de inmediato a la Capital para terminar su malévolo plan y aunque le tomó tres horas en llegar, a la una de la madrugada entró en la intendencia general de policía de Quito a denunciar que unos asesinos y criminales se habían apoderado de su casa y que él, había logrado salir con vida gracias a las bondadosas y valerosas acciones de unos universitarios amigos de su hijo Joaquín, quienes habían estado visitando la hacienda.                                

Reinaldo Cervantes se había presentado con su hijo y diez universitarios y aún un profesor de la Universidad Central que era muy respetado porque pertenecía a las filas del Partido Liberal, aunque estaba también afiliado al partido comunista usando un alias y que servía así, no solamente de espía para el partido comunista sinó que usaba sus credenciales liberales para influenciar varias acciones que podían beneficiar al partido Socialista.  Todos los denunciantes firmaron el documento de denuncia formal y junto a un abogado presentaron un juicio en contra de "Quienes sean los involucrados en el asalto y allanación de la propiedad privada de Reinaldo Cervantes".

El Intendente de policía y los varios agentes no tenían conocimiento alguno de la misión de las fuerzas especiales del ejército y por esa razón uno de los agentes que era hermano de un conocido reportero del principal periódico del país, le pasó el informe policial y la denuncia de Cervantes,  a tiempo para imprentar la historia en el diario. 

A la misma hora los músicos y la familia Cervantes se habían presentado a la Intendencia de policía del Cantón para pedir protección policiaca y habían contado la misma historia que contó Reinaldo.  El Intendente de la ciudad les había asegurado que se efectuaría una investigación.                                                                                   

"Yo les aseguro cholitos, que yo llegaré al fondo de esto de inmediato", les dijo.

"Gracias mi Señor intendente, entonces vamos?", había dicho uno de los músicos. 

"Bueno! esperemos que lleguen mis agentes", contestó la autoridad. 

 "A que horas crée que lleguen mi señor Intendente?" insistió el músico.

"El próximo turno es a las ocho de la mañana, pero hasta esos tomemos unos tragitos", dijo el intendente mientras empezó a servir unas copas de aguardiente.                                                                                                                                                                            

En las primera horas de la mañana los locutores de todas las emisoras del país y los vendedores ambulantes del periódico no cesaban de hablar de la "tragedia más grande que ha visto el país en su historia", al menos eso era el titular en el periódico y todos simplemente lo repetían pero clamaban saber los más íntimos detalles del asunto y sus supuestos corresponsales y reporteros habían estado en la escena del crimen a los minutos de acontecido el atraco. 

El Caudillo estuvo a punto de sufrir un paro cardiaco al leer la historia que la prensa reportaba así. "El distinguido cómico Español Reinaldo Cervantes fue víctima del ataque más atroz en la historia del país en la noche de ayer. De acuerdo a fuentes bien informadas y de antecedentes policiales, una denuncia formal fue presentada esta mañana a las 12:59 a.m. por el conocido y aclamado comediante, quien llegó a la intendencia de la Policía Nacional acompañado de su hijo y del Doctor Carlos Azcazubi de la Torre, distinguido profesor emérito de la Universidad Central y diez estudiantes de la misma Institución, quienes habían logrado escapar por milagro de las manos de presuntos asesinos y criminales, quienes han tomado posesión de las propiedades y de la hacienda del mencionado cómico internacional, Don Reinaldo Cervantes.  De acuerdo a investigaciones de este diario, algunos estudiantes quienes proceden de buenas familias, tenían varias heridas causadas por los criminales.  Todos aquellos que habían sufrido heridas serias fueron tratados esta mañana en el hospital Pasteur por varias lesiones, contusiones y cortes en las extremidades.  El ilustre ciudadano de la ciudad de Ibarra ha solicitado la ayuda del Gobierno Nacional y de las autoridades competentes para que se tome acción inmediata para poder rescatar la propiedad que justamente le pertenece. Gracias a una buena fuente, se sospecha que  el ataque pudo haber sido llevada a cabo por el gobierno", concluía el diario capitalino.                                                                                                                                                            

Fotógrafos y aún camarógrafos para la prensa tanto nacional como internacional pidieron acceso a la dilapidada casa de Cervantes pero el gobierno prohibió y censuró todas las fotos y demás historias bajo el pretexto de preservar la seguridad interna del país y de llevar a cabo la investigación exhaustiva de la "Tragedia Cervantes". El gobierno del Caudillo se vio forzado en esas circunstancias a hacer un anuncio público: "El Gobierno Nacional buscará justicia a semejante acto de violencia, violador de la soberanía Nacional; así como también reconoce la valentía y el heroísmo de aquellos jóvenes que no se  doblegaron a rendir sus vidas en manos asesinas, que buscan destruir la paz y estabilidad del país", y que por ello el Gobierno Nacional había pedido al Congreso asignar una compensación monetaria para cubrir todos los daños que aquellos criminales habían causado.

A los pocos días de aquel acto Joaquín Cervantes se declaró candidato para Representante en el Congreso Nacional por el partido Comunista y el lema de su campaña fue "Si muere mi padre, el gobierno del Caudillo lo mató", lo cual hizo que reciba todos los votos de los pocos enemigos que quedaban del Caudillo y que aún así fueron suficientes para ganar el primer puesto en un Congreso Nacional por un partido Comunista en Latinoamérica. El Doctor Azcazubi también había ganado su puesto electoral y ocupaba una banca por el partido liberal.                                                             

Reinaldo Cervantes recibió la compensación prometida por el gobierno y el ejército tuvo que emprender varias misiones para guardar en secreto lo acontecido en esa fatídica noche en la propiedad de Cervantes.  Todas las familias de los soldados muertos recibieron compensación monetaria y un sueldo de por vida porque de acuerdo al gobierno, los soldados habían muerto como héroes.  Las varias intendencias del país y sus varios agentes fueron informados por orden presidencial con la firma del Caudillo mismo, que la investigación sería llevada a cabo por un grupo de investigadores del Servicio de Inteligencia Nacional.  La prensa imprentó varios artículos y varios rumores que finalmente cesaron cuando el Caudillo les había enviado una amenaza que si no paraban dichas historias, jamás les volvería a conceder una entrevista. El Gobierno Nacional finalmente declaró, que después de una exhaustiva investigación habían concluido que el dicho atentado; había sido un ataque premeditado y conducido por el ejército del país del sur, por vengar el hecho que el famoso comediante haya imitado a su Presidente.  Al final la gente se cansó de los rumores y terminó olvidándose del asunto y la verdad nunca salió a la superficie.    

 Reinaldo Cervantes  comenzó a temer tanto por su vida que se hizo un recluso absoluto y terminó siendo un ermitaño que jamás volvió a ser visto en un escenario o en la ciudad.  Nunca más se supo de él y aun sus propios hijos eran incapaces de saber su paradero por varias semanas, porque desaparecía sin decir adiós y regresaba sin anunciar.                                                                                                                            

"¿De donde viene?".

 "De por allí, ¿como estáis hijo?", contestaba el anciano.                                                                                          

"¿Que estaba haciendo?", insistían siempre.                                                                                                                           

"Pensando, pensando", decía en tono serio y pasaba de largo.